La monumentalidad y belleza del tramo de los pies expone claramente el empeño artístico del proyecto gótico. El amplio volumen construido se divide en dos niveles, mediante un forjado soportado por tres tramos de bóvedas de crucería.

Son muy interesantes las muestras de escultura monumental que decoran las ménsulas de las ventanas del sotacoro, así como las claves de los tres tramos de bóvedas. Las primeras llevan decoraciones vegetales de labra profunda y detallada, muy plásticas y naturalistas. Los más elaborados añaden animales. El más misterioso y sugerente, y quizá uno de los trabajos escultóricos más turbadores de esta parte del templo sea una cabeza de mujer, sufriente, con la boca entreabierta y grandes ojos almendrados; a modo de toca lleva sendos barriles de vino atados al cuello. Se nos escapa el sentido último de la imagen. Entre las claves destaca una magnífica con el Agnus Dei en el centro; va flanqueada por un águila de San Juan y un Green-man (hombre verde), el primero de una larga serie de hombres y mujeres vegetales que veremos en diversos lugares del edificio.
Si nos fijamos detenidamente en los muros del hastial occidental, en torno a las ventanas, todavía se pueden ver improntas de guirnaldas e inscripciones en letras negras. Se trata de los motivos decorativos que prepararon el templo para los funerales por el alma del rey Carlos II, fallecido como sabemos, en 1386. Estos funerales se realizaron en los tres santuarios navarros que recibieron sus restos mortales: Ujué, Roncervalles y Pamplona. La documentación confirma que para su decoración se encargaron a los maestros Juan Oliver, Jimeno Górriz, Alfonso y Ferrando, «300 escudos grandes de papel, 200 medianos y otros 200 chicos, pintados de colores simples, sin plata ni oro, los cuales se enlazarán con garbosas guirnaldas negras«.