En el horizonte, nos encontramos con una primera aproximación a un paisaje espectacular. Porque la fortaleza de Ujué despliega su poderosa silueta especialmente hacia el sur. Volveremos sobre eso en la plataforma de la torre. A nuestra espalda otra ventana gótica de la nave y el vano interior más occidental de este lado, ahora de medio punto. Las terrazas ponían en comunicación las torres de la fortaleza y los pasajes perimetrales que configuraban sus rondas, destacando ahora la función defensiva del conjunto. Desde la puertita de la torre menor, una escalera nos lleva por el interior de nuevo al coro. Y del coro a la torre norte, nunca concluida. Esta zona no es visitable.
Si nos fijamos en el muro de este lado, nos sorprende el alto grado de oxidación de algunos sillares. Están muy enrojecidos. No es una cualidad natural, sino el efecto del fuego. Sobre este muro se situó un hogar, porque la terraza, durante años, fue un verdadero hogar. Aquí vivió el sacristán y campanero del santuario hasta los años ochenta del siglo pasado.
Volvemos a la torre y subimos de nuevo. Es el tramo más largo de escalera de caracol. Mientras vamos subiendo, nos podemos fijar en las marcas de cantería de la puerta románica reutilizada, así como en la huella de la escalera de madera que sobre el muro señala su fisonomía original. También vamos viendo el paisaje que se abre ante nuestros ojos y la configuración de los grandes vanos y sus campanas. Ya arriba, hay que tener suerte con el tiempo y la limpieza del aire.